Tarantino
Iba yo caminando por la jungla bien despreocupadamente con
un buen amigo mío cuando de repente dos tipos pasaron junto a nosotros en
dirección opuesta. Yo no le di importancia, pero él se detuvo unos pasos más
adelante, como azorado.
–No mames, es Quentin Tarantino –me dice.
Y ahí vamos de regreso a alcanzarlos. El otro bato ni sé quién
era, cuando nos les emparejamos mi amigo le soltó con un inglés muy masticado y
pocho.
–Hey,
Tarantino, you’re so fuckin crazy, dude!
Hacía un frío de la chingada ahí en la jungla. Yo no me animé
a hablar con él, ni me acuerdo qué más le dijo mi amigo, ni tampoco si
Tarantino nos respondió. Sólo después recordé que la tarde anterior había yo
estado escuchando la musiquita que me regalaste y entonces me di cuenta que
Tarantino eras tú.
Los sueños son el terreno donde exploramos nuestros deseos más
profundos, nuestros placeres más exquisitos, nuestros terrores más
paralizantes. Yo no le temo a Tarantino, ni te temo a ti. Lo que más me aterra
son los dientólogos, pero tú eres valiente, tú no les temes. Eres valiente,
tienes fuerza y magia. Al descubrirte en Tarantino me di cuenta que le temía a
acercarme a ti, a veces me ocurre así ante la hermosura, así me pasó contigo,
eres una mujer extraordinaria en espíritu y cuerpo.
A mí también me ocurre que es como si estuviera en un sueño
cuando estoy contigo, todo se transforma, todo adquiere otras dimensiones y
otros significados, me pasa que siento como si te conociera hace mucho, y quizás
sí, quizás en alguna otra existencia ya te había conocido, quizás fuimos
guerreros que lucharon juntos y tenían una amistad sellada con sangre, quizás
fuimos gatos, o yo fui gato y tu eras mi persona, o era yo la persona y tú por
eso preservas esa felinidad que tanto me fascina. Antes no creía mucho en
existencias anteriores, ahora, con todo esto, pongo un poco en duda mi
escepticismo al respecto.
Hay tanto de ti en mí todo el tiempo, tanto que me
sorprendo. No sé por qué escribo todo esto, anoche me quedé pensando muchas
cosas, a lo mejor no me atrevo a decírtelo, a lo mejor se me atoran las
palabras cuando estoy frente a ti porque me estremezco cada vez que te veo, a
lo mejor escribírtelo así es más sencillo, menos atropellado. La verdad es que
prefiero escucharte, me encanta escucharte, siempre.
Ya ves que soy como un gato, y creo que también mi forma de
amar es como la de los gatos, a veces un poco distante, cautelosa, acechante,
espontánea, libre. Ahorita estoy agazapado en mi rincón, mirándote quizás un
poco triste, pero bella. La última vez que te soñé eras Tarantino, pero antes
fuiste nube, y volabas alto, celeste, tenías forma de gato y estabas contenta,
yo te veía nube y también me daban ganas de dar de brincos de la alegría, daban
unas ganas de besar tus labios volátiles, tus labios anaranjados con los rayos
del sol de la tarde, pero estabas allá, como inalcanzable, y yo sólo te veía.
Este año que te has entrometido en mis sueños ha sido incomparable,
cómplice mía, compañera de humo, ha sido un año de ir y venir por muchas
regiones insospechadas, pero siempre estás tú como polo magnético, me fascinas,
te quiero, y ya.
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