Debacle


Amo solo cuando escribo. Duele pensarlo, aun como mera posibilidad, así como duele escribirlo, aun como mera ficción, pero ¿existo más allá de estas letras que se van tecleando a través de mis dedos, como si una voluntad distinta de aquello que llamo “yo” las empujara?

He elegido cuidadosamente las palabras “amo solo cuando escribo” considerando que hay riesgo de ambigüedad en tanto que la palabra “solo” puede, en este caso, fungir como adjetivo o como adverbio. No he querido desambiguarlas, a pesar de lo contradictoria y absurda que resulte la expresión, o quizá precisamente por eso. ¿No es el amor contradictorio y absurdo?

Escribir implica dejar de ser yo, abandonarme a la debacle de mis yoes para ser ellos, los otros, esos que se desgarran entre sí. Pero ahora ha sobrevenido una calma aniquiladora, como una bomba. Quizás mis yoes han optado por declinar su batalla, hasta hace poco constante, y dejarme en el abandono total. En este caso, escribo desde el vacío, es decir, no escribo, son mis dedos quienes se mueven, “tal vez mis dedos saben algo que yo no sé” escribió Rodrigo Rey Rosa en Cárcel de árboles…

Máscaras, soy un repertorio de máscaras. ¿El amor precedió a la escritura o inventé amores al irlos escribiendo? ¿Fueron esos amores legítimos, o solo un afán por justificar esta búsqueda de intensidad? ¿Qué significa decir te quiero, sentir te quiero, pensar te quiero?

No puedo elaborar un argumento que respalde esta intuición, pero la siento, la presiento, me transforma: somos la sola ficción. Si mis ficciones me llevan al amor, aun ese amor inventado hemos sido, y qué cruel y qué dulce y qué tonto. Quiero escribir y quiero dejar de escribir. En El libro vacío Josefina Vicens ya exploró esa compulsión, mejor que cualquier explicación mía, pero a ello se añade esta preocupación por el amor y lo que en él hay de ficción. Y por ello querría abandonar para siempre esta actividad de escribir en que me consumo como palabrista, un simple palabrista condenado a la derrota, siempre la derrota, que incluso me impide abdicar en la escritura y ahí vas con tus quijotadas a embestir titanes que son molinos y molinos que son titanes.

Comentarios

Nada... nada... un palito hace la diferencia.

Un palito hace que un adverbio se convierta en adjetivo; un palito es unitivo: de describir las circunstancias del sujeto, a describirle a él mismo...

Sólo tomo a gusto cuando no estoy solo...

Va para ustedes, los tues de Nicanor...
Anónimo dijo…
Entonces eso significa que ¡algo te hace falta!
Vamos, no te rindas, sigue palabrando, eso es lo que eres, eso es lo que haces.
Roque dijo…
Gracias por recordarme a José García y esa interminable lucha entre mis yoes. Por cierto, tu intuición de "somos la sola ficción" puede ser desoladora y esperanzadora a la vez.
Zapopan Unido dijo…
no se si yo sea realmente el mismo "yo" que escribe, lo único que se es que tengo terror a la página en blanco por eso sigo condenado a escribir lo que alguien más ya dijo.
Antonio Mundaca dijo…
felicidades nicanor, eres un gran palabrista, y es mejor ese juego de intimidad con manifiesto y todo el rollo.



Saludos.

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