Urbi et orbi



Huele a lluvia por caer

silencio
alarido silencioso

los pajarillos de la suerte anuncian al joven de larga cabellera
Usted muere hoy antes del ocaso
él sonríe

rebaños de camiones de basura
mugen unísonos antes del alba
dejan su encierro
se esparcen por calles y laberintos
devoran memorias desechables

humo negro         denso          envolvente
tepetate
ocote y resina        cabañas            sortilegios
tezontle
jadeante bruma
hojas de eucalipto entre el zacate
la lluvia ensordecía
lodo
pasteles de lodo            carcajadas frescas

el sol sube perezoso
abajo la bruma se unta a las lomas
como dos amantes despertando      entre caricias      de un cálido sueño
el avión pasa inconmovible

naranjas desparramadas por un carguero
machacadas por raudas llantas en la avenida
aroma matinal de dulzura
premoniciones
huacales y huacales
gente en la gente
llantas enormes

el derretimiento de los casquetes polares
signo evidente de la supremacía de las cucarachas

avionetas
bostezo prolongado toda la mañana
después de su ingesta diaria de turbosina
los pilotos anhelan colisiones

zopilotes en vuelo expectante caían fulminados por el frenesí de la bacteria AH12N13
le daba un sabor delicioso a la carne
irresistible


a través de las rejas verdes del cuartel
la muchacha de ojos pólvora
toca la mano incrédula del soldado nuevo de garita

ante el revuelo de plásticos y desechos vegetales
que devora la máquina barredora después del tianguis de los lunes
la sonrisa de la niña es de cristal

maniquíes que aman contemplar toda gente
desde la inmóvil comodidad de sus aparadores
quieren reír y llorar de asombro

copas de árboles maquilladas y fúnebres
troncos vestidos de luto
procesión interminable en los bosques
renacerá el aire de inmensa claridad

vitropiso para todos los techos...

pizzero con raspones feliz porque a la moto no le pasó nada
llama a casa para avisar que llegará temprano al cumpleaños de su hermana
con un pastel de arándano

en el insomnio de los paredones el cielo estridente se coagula
grisura rebosante de palacios estivales
la magia de la tarde carcomía toda certeza

cantos de luna rocía en todo el patio una fuente de aguas azogadas
desde los muros altos de la casona
resbalan las sombras de media tarde

se apodera del trompetista la trompeta
para saludar a las palomas de la plaza
a ritmo de jazz
bajo el cielo crepuscular de acero

mi espíritu es un sillón viejo y roído en el camellón de Viaducto y Cuauhtémoc

la ciudad es un bosque de luces cuando anochece
un laberinto bestial con aliento de chacuaco
respira como moribundo en la horca
devora rostros
el cableado de alta tensión murmura vaticinios
nadie se detiene a escuchar
su música arrullaría mil fieras desbocadas

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