Desvanecimiento



A Karelia, como a todos los demás en el salón, le importó un bledo la elevada disertación filosófica entre Joel y el profesor. La diferencia fue que ella prefirió reponer en su butaca amplia y onírica las horas en velo (o desvelo) acumuladas por siglos.

Si el timbre sonó, o no ¿importa? En aquel apartado salón, alejada de todo el mundo, se refugió de sí en ella misma.

Y al despertar estaba tan indefensa que resumió todo su ser en un grito de angustia, al cual acudió casi inmediatamente un guardia de seguridad.

—¿Qué pasa?

—Nada.

Comentarios

Mona Van Ana dijo…
como quisiese ser como ella, gritar cuando se me antojara en cualquier lugar...


=) Aveces es rico , se refugiarse en un mismo a pesar de estar en un salon lleno de gente!
B West dijo…
No es fácil gritar cuando apetece sin contemplaciones, luego la tildan a una de loca! Y bueno, más o menos es la verdad!

jo!
B. dijo…
Yo siempre he sido medio afónico.

Me gusta esto de las entregas diarias.

Nos vemos.

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