Me pregunto



Cómo saber cuántas veces la he visto, enfundados en nosotros mismos, yendo por la escuela de un edificio a otro, fiebre del salón de clases, humo de cigarrillos, prisa prisa prisa. Tú porque llevas la cuenta exacta de las veces que te cruzas con Karelia, pero uno se olvida de mirar a la gente a los ojos. Cuando mucho, nos entretenemos contemplando las caderas de las comunicólogas, lindas caderas por cierto, prisa prisa prisa. Por lo demás somos zombis. Quisiera saber su nombre, pero de ella sólo conozco el suéter rojo de los lunes fríos, y ese perfume anaranjado.

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