Dios en un prostíbulo
(2009, marzo 13)
Entrevista a Martín Mérida:
"Dios en un prostíbulo"
Bebiendo
un café que no quisimos comprar allá
donde canta una sirena de corona y trenzas largas, Martín Mérida,
poeta y filósofo, interpreta la muerte de Ignacio Ellacuría:
“El que
sufre necesita dejar de sufrir, y busca los medios para hacerlo. A
veces, desgraciadamente, en nuestro continente americano, ha sido
con derramamiento de sangre.
“Hay praxis
liberadoras. Hay voluntad de liberarse. Pero es necesario también
pasar por una reflexión de ellas, por un discernimiento
inteligente, que señale, que desideologice las cruces, como decía
Ignacio Ellacuría, por cierto, asesinado por los escuadrones de la
muerte en El Salvador”.
El
16 de noviembre de 1989,
militares salvadoreños mataron a Ellacuría, teólogo jesuita,
uno de tantos que así murieron. Al mencionarlo, Martín Mérida
adquiere un tono solemne. El vapor del café envuelve su dedo índice
cuando lo mueve para enfatizar la labor de los teólogos de la
liberación en América Latina:
“El que
padece una violencia primera, tiene que defenderse. Y si están a
punto de matarme, pues no voy a esperar al que me va a matar con una
resortera.
“La muerte
de Jesús es una muerte política. El que no se le quiera ver, eso
es cuestión de los que hacen ideología. ¿Y Jesús acompañó al
pueblo? Claro que lo acompañó.
“Se nos ha
querido borrar el Jesús que señala a los opresores en un tiempo
histórico, definido y determinado; que opta preferencialmente por
los pobres, como es evidente.
“Un teólogo
de la liberación no toma las armas ni impulsa a tomar las armas a
nadie. Solamente acompaña. Acompaña incluso en procesos de
rebelión, de revolución, sin ser ellos los rebeldes.
“Ningún
teólogo de la liberación habla de violencia, ni de agarrar las
armas y de cosas así. Eso es un planteamiento injustificado. Y es
verdaderamente el colmo, y esto viene del centro, de la Iglesia
central, ese tipo de críticas”.
La voz del poeta se entristece al hablar de
la Iglesia en Roma y de Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, quien
ha censurado la teología de la liberación desde que era cardenal.
Pero en la voz entristecida de Mérida también hay indignación al
abordar el tema:
“En la
Iglesia, muchos teólogos de la liberación, actualmente, con
mucha humildad, han guardado silencio, (…) muchos de ellos han
sido reprimidos, excomulgados.
“Pero es un
silencio que se explica, no es un silencio que se queda callado y
ya no hace nada.
“La Iglesia
Católica está pasando ahorita por una crisis tremenda. Si
postmodernismo es crisis, una de las instituciones más en crisis es
la Iglesia Católica. Ese silencio maravilloso, el que ya no dice
pero ha dicho mucho, y está diciendo desde el silencio, también
nos permite
traducir una Iglesia en decadencia.
“Es
horrible, pero vamos a repetirlo: una Iglesia en muchos segmentos
pedófila da que preocupar.
“Entonces,
parece ser que el monstruo se devora a sí mismo, se está
destruyendo a sí mismo”.
Como
antecediendo lo que Mérida está a punto de explicar acerca de los
oprimidos, una
mujer subcontratada –las empresas le llaman “outsourcing”,
contratación indirecta, para reducir costos y responsabilidades-,
con uniforme de personal de limpieza, se acerca, barriendo las
hojas secas, detrás de él:
“La
opresión la ejerce quien tiene el poder, y quien tiene el poder,
siendo un poco marxistas en ese sentido, es quien mantiene los
medios de producción, decía Marx, aunque no solamente esto ha sido
revelado por Marx.
“El que es
oprimido ¿qué es lo que quiere? Quiere dejar de serlo. El que
tiene dolor, quiere dejar de padecer dolor. Y esto, aunque los
teólogos quieran o no lo quieran, el que padece dolor va a
necesitar salir del dolor. Entonces las liberaciones se dan sin
necesidad de ninguna teología.
“Por
ejemplo, tú lees Gracia
y liberación del hombre,
de Leonardo Boff [teólogo franciscano brasileño], y lo que hace
es ver a Dios ahí donde la Iglesia creía que no estaba. Ver a Dios
en un prostíbulo. ¡Oh, Dios! Cómo hablar de que Dios pueda estar
con una puta.
“Cómo Dios
puede también estar entre los ladrones, no por justificar que se
robe, porque nadie debe robar, pero a lo mejor los ladrones como
Jean Valjean [en Los
Miserables,
de Víctor Hugo], se roban un pan para darle de comer a sus hijos y
no porque hayan querido robar.
“Lo que
hacen los teólogos de la liberación también es: que nos demos
cuenta que Dios estaba ahí, desde siempre, donde no se le quería
ver. En los rostros que a veces nos dan miedo, pero miedo porque el
miedo también ha sido introyectado por ideología”.
Martín
Mérida se acomoda los
gruesos lentes, con una mirada distinta, viajera. Quizás imagina un
mundo sin sirenas que favorezcan la opresión, un mundo donde ya no
haya silencio, donde esa Iglesia vea a Dios en la prostituta.
(Entrevista realizada el 11 de marzo, abajo aparece completa).
Nicanor
--¿Cómo
podemos empezar?
¿Podría
decir en términos generales en qué consiste la teología de la
liberación?
MM--
¿Qué es la teología de la liberación? Bueno, la teología de la
liberación tiene como fundamento la fe del hombre, la fe del hombre
que lucha en procesos de liberación en contextos históricos,
políticos, sociales, culturales, determinados. Entonces teología de
la liberación es fe en el hombre y discernimiento de lo que hay de
salvífico en la situación de este hombre.
N—Y
en el contexto que surgió, ¿Por qué América Latina propició el
surgimiento de esta teología?
MM—En
efecto, la teología… Bueno, hay varias tradiciones teológicas.
Las que más han preponderado, pues es la tradición escolástica, la
tradición teológica, vamos a decir, con tendencia postconciliar,
que aún persiste en la iglesia Católica y ahora con más fuerza…
N—Esto
en el contexto católico.
MM—Católico…
Sí, claro, por supuesto. Y en el contexto de una teología
postconciliar, pero más de corte con una mirada europea y
norteamericana, y está la teología de la liberación, que brota en
América Latina pero que también se va extendiendo a África y a
muchos países tercermundistas, precisamente porque la teología
intenta responder a la pregunta: ¿qué significa ser cristiano en un
mundo dependiente como el nuestro? Y la pregunta, pues conlleva la
carga de sentido sobre todas las situaciones de cautiverio y de libre
acción o liberación que hemos visto, y que el hombre mismo que las
sufre se percibe, que es cristiano en este contexto, en este contexto
de opresión.
N—La
relación de la teología de la liberación con la filosofía
propiamente de la liberación y la ética de la liberación, ¿cuál
sería?
MM—Hay
que mirar, a veces, que algunas personas, no tú, pero algunas
personas cuando se cuestionan sobre la teología de la liberación o
cuando hacen algún juicio sobre la teología de la liberación se
olvidan que estamos hablando de una teología, y además una teología
cuyo horizonte es la liberación, ¿no?
Entonces,
para que sea teología y para que esté
justificada, y para que haya tenido tanta fuerza, aunque ahorita esté
en un momento de silencio, por decirlo así, es porque ha hecho el
esfuerzo hermenéutico de unir la tradición eclesiástica: es decir,
los teólogos de la liberación hacen un esfuerzo reflexivo desde la
tradición de la Iglesia. Entonces hay varios fundamentos de la
teología.
Una
es la tradición de la Iglesia. Aquí hablamos de la patrística, y
de todo este, podríamos llamarle, de todo este horizonte teológico
de arriba para abajo. ¿Sí me explico? De lo abstracto a lo
concreto. La teología, de alguna manera, la tradición de la Iglesia
trata de hacer conciencia sobre la intervención de Dios, pero desde
lo abstracto a lo concreto. Si nos damos cuenta por ejemplo del
pensamiento de Agustín, de Santo Tomás, es una lucha por justificar
que Dios existe, ¿verdad?, aunque ellos lo tengan claro.
Éste
sería un horizonte de los que se nutrió la teología de la
liberación.
Se
nutre también de los documentos esenciales de la Iglesia: de las
encíclicas, de los documentos del Concilio Vaticano II, por
supuesto; de la Biblia, creo que en primer lugar de la Biblia; bueno,
por ser memoria no histórica en el sentido científico de la
palabra, una visión salvífica y liberadora de todo un pueblo; y
obviamente se nutre de la filosofía y de las ciencias sociales.
¿Por
qué de la filosofía y de las ciencias sociales? Bueno, de la
filosofía social, yo diría, en este momento, porque los problemas
de los seres humanos que vivimos en contextos situacionales de
dependencia, pues lo exigen, ¿no? Así que es una reflexión también
social. Pero no se reduce, la teología de la liberación, de ninguna
manera, a un enfoque social. Aunque hay gente que lo crea.
N—Muchos
le han criticado que mira sobre todo al hombre y no a Dios, que se
enfoca a… por ejemplo, a Jon Sobrino se le critica que pierde de
vista la divinidad de Cristo por enfocarse en su humanidad, entonces
es parte de la condena que desde el Vaticano se hace de la teología
de la liberación.
MM—Sí. En la Iglesia Católica, también para eliminar esta voz del que sufre, y esa voz teológica que quiere también acompañar al que sufre, se introdujo una “teología de la liberación”, entre comillas, que aceptó este tipo de críticas; en su mayoría, desde mi perspectiva, o no solamente desde mi perspectiva sino de muchos, con un gran desconocimiento de lo que verdaderamente escriben los teólogos.
Cuando
uno recurre a los libros de Jon Sobrino, a la Cristología
desde América Latina,
por ejemplo, uno se da cuenta que no hay un enfoque únicamente
antropocentrista, por decirle así, sino que hay todo un esfuerzo
hermenéutico de Jon Sobrino para… esfuerzo hermenéutico en el
sentido de hacer el círculo hermenéutico, entre la tradición de la
Iglesia, entre el Dios que revela, y el hombre, que necesita de Dios,
pero que pasa por situaciones de opresión. Y a veces olvidamos que
la teología tiene también un sentido amoroso.
¿Cómo
hablar de amor en un régimen de opresión, cuando parece que vivimos
lo contrario? Entonces, los libros de Boff, de Jon Sobrino que ahora
lo mencionas, del padre Concha, del padre Gutiérrez, y de muchos
filósofos y teólogos de la liberación, sobre todo de teólogos de
la liberación, y filósofos que también escriben teología, Juan
Escanón, ahorita me recuerdo, entre otros que he leído, son libros
maravillosos, que muestran también ese Dios que revela, ese Dios tan
protagonizado en la filosofía de Santo Tomás de Aquino cuando se
lee bien, no es descartarlo en absoluto. Entonces, leer
verdaderamente a estos autores, obviamente, nos hace comprender el
esfuerzo de hacer un círculo hermenéutico, te repito, entre la
tradición y las situaciones del hombre que tiene fe pero que también
quiere liberarse de sus situaciones concretas.
Entonces,
si el proyecto de Dios, porque el Reino de Dios es uno de los
conceptos claves en la teología de la liberación, el reino de Dios
no puede reducirse a mera milagrería, no puede reducirse a…
N--¿A
una vida ulterior?
MM—No
puede reducirse sólo a eso. El reino de Dios, bien comprendido, lo
abarca todo. Si uno lee correctamente el Antiguo testamento y el
nuevo testamento uno se va a dar cuenta de cómo la palabra
liberación es constante ahí, y no sólo como palabra, como una
cuestión reflexiva, sino como una cuestión que nace de la praxis de
un pueblo que está pasando por procesos de liberación, desde los
hebreos allá en Egipto hay un mandato bíblico que es: Libéralo.
Parece
ser que Dios, Yahvé, o el que no tiene nombre, de pronto dice de
manera clara que quiere la liberación de su pueblo, pero no
solamente la liberación del alma, conceptos así, sino la liberación
real, histórica, de los pueblos.
Algo que es evidente, y que ha sido peligrosamente ocultado, sobre todo por la tradición antes del Concilio Vaticano II, la tradición que no quiere aceptar el horizonte liberador del Concilio Vaticano II, que está firmado por el papa, por cardenales… esa tradición quisiera ocultar la práctica real del Jesús histórico. Nos quieren mostrar solamente el Jesús que sufre, el Jesús que muere y que resucita, y se nos ha querido borrar el Jesús que señala a los opresores en un tiempo histórico, definido y determinado; que opta preferencialmente por los pobres, como es evidente.
Esto
no lo puede negar ningún teólogo, por más teólogo de Trento que
sea: Jesús exige a los ricos, antes de seguirlo, que se despojen de
sus riquezas, o que tengan una mirada hacia los pobres. No es un
descartar a los poderosos, o a los ricos, sino es un exigirles que
vean las situaciones de opresión. Jesús mismo lo señala en la
Biblia. Y ese Jesús es, de alguna manera, desocultado por la
teología de la liberación. Y por supuesto, esto hace que haya una
confrontación con los teólogos que, sobre todo a través de la
teología, tratan de justificar el poder de la Iglesia.
N—¿Por
qué hay esta tendencia en ciertos ámbitos de la Iglesia a ocultar
esa misión de Jesús, esa opción por los pobres?
MM—Yo
creo que la respuesta es clara, nadie quiere perder el poder. Bien
mirado, por ejemplo, desde la teología de la liberación, un papa no
es más que un representante de Dios sobre la tierra, como lo es
cualquier niño, cualquier indígena, cualquier ser humano, pero hay
toda una justificación ideológica de poder. Un papa es tan
representante de Dios como tú y yo, sobre la tierra.
N--¿De
dónde, entonces, proviene esta acepción que se ha dado a los
“hombres de Dios” como aquellos que tienen una mayor dignidad con
respecto a sus hermanos?
MM—Esta
es una interpretación que yo, bueno, así rápidamente, podríamos
reducirlo así, siguiendo a Enrique Dussel:
Enrique
Dussel hace todo un rescate del verdadero cristianismo, como ligado a
sus orígenes. Jesús nunca habló de cuerpo y alma, por ejemplo.
Jesús buscaba la liberación integral del hombre. De hecho toda esa
posesión de la resurrección es resurrección integral del hombre.
Toda
la línea, toda la tradición semítica, antropológica-semítica que
está atrás de Jesús es toda una tradición que sabe mirar al
hombre, que sabe mirar el esfuerzo liberador del hombre, y que no se
abandona en un cristianismo justificador del poder. Si tú recuerdas,
los primeros apóstoles, los primeros cristianos tenían
que esconderse en catacumbas, porque el mensaje cristiano era
realmente crítico, era realmente comprometido con la historia.
Obviamente,
los padres de la Iglesia, al tratar de… cuando Roma conquista los
pueblos semíticos, Roma antes había sido conquistada, como ya
sabemos, culturalmente por Grecia, entonces toda esa tradición
platónica, una tradición filosófica dualista, se introyecta en la
Iglesia católica, en el cristianismo, y ahí comienzan los
problemas.
N—Pero
una dualidad que da preponderancia al alma…
MM—Al
alma, claro.
N—…sobre
el cuerpo.
MM—Exacto.
Entonces todo esto lo tratan de encajar los primeros padres de la
Iglesia, aunque no todo mundo cayó en esta trampa, incluso Pablo de
Tarso que es un defensor de la Iglesia, comienza a hablar de cuerpo y
alma.
Por
ejemplo,
los primeros cristianos no tenían esas concepciones de cuerpo y
alma, los primeros cristianos hablaban del “soma”, perdón, el
soma es griego, hablaban del “etesh”, espíritu, y a la carne le
decían “bazar”, que es la carne como sagrada. Te estoy diciendo
esto para que nos demos cuenta cómo en estas concepciones, en estas
palabras, hay toda una carga de significado que justifica la dignidad
del hombre en toda su dimensión, o la del trabajo.
Pero
luego, aquí dicho sea de paso, recuerda que la Iglesia Católica
hace pacto con el régimen de Constantino, y se constantiniza la
iglesia católica, el cristianismo, y deviene en un catolicismo…
N--¿Imperial?
MM--…que
comienza a corromperse, comienza a perder al Cristo, al Cristo
verdadero, porque ese Cristo verdadero está sencillamente contra
toda esa práctica de aplastamiento dictaminada por Constantino.
Entonces,
hay periodos oscuros de la Iglesia, reveladores de la Iglesia,
terribles de la Iglesia, que bien mirados es de pura corrupción, de
pura búsqueda de poder. Y se dan movimientos interesantes, no
obstante. Es lo que me llama mucho la atención de la Iglesia: la
Iglesia católica entre más corrompida está, de pronto brotan
personajes fantásticos como Francisco de Asís, por decirte algo.
Fancisco de Asís que en el tiempo que nace es una protesta tremendamente clara sobre el Cristo que sufre injusticias, el Cristo histórico. Obviamente el poder de la Iglesia no lo quería aceptar. De hecho fue llamado, así como fue llamado Leonardo Boff porque lo querían excomulgar, Francisco de Asís en su tiempo fue llamado para ser revisado por darle un giro a la orden franciscana.
Pero muchos de estos verdaderos santos, no los santos que de pronto se imponen por el poder, porque hay mucho santo de pacotilla en la actualidad en la Iglesia católica, pero grandes santos, son grandes hombres liberadores, teólogos de la liberación.
Te
muestro a Francisco como un ejemplo, pero hay muchos más ejemplos de
gente que realmente ha visto a Jesús histórico y quieren ligarse
con él, que ha visto esta corrupción de la Iglesia Católica.
N—Siguiendo
esta visión histórica de la tradición católica, Enrique Dussel
hace una vinculación entre la relación del poder con las víctimas,
¿quiénes son estas víctimas?
MM—Elder
Camera que es un obispo, un cardenal que pudo haber sido papa, porque
tenía muchos seguidores, un cardenal que simpatizaba absolutamente
con la teología de la liberación, pero de una fuerza espiritual
arrolladora; él explicaba de manera sencilla: la violencia número
uno, instaura, desafortunadamente, la violencia número dos. Las
víctimas son todos los que han padecido una violencia primaria. No
solamente de parte de la Iglesia, sino que hablamos de países. Si
hablamos de personajes, incluso desvinculados con la Iglesia
Católica, de personas del tercer mundo, hablamos de gente que ha
padecido dolor no buscado, un dolor impuesto.
N—Y
esta imposición ¿de dónde viene?
MM—Vamos
por ahí.
Vamos
a decir que hay opresiones culturales, hay opresiones históricas, hay opresiones políticas, hay opresiones sociales. Obviamente, haciendo un análisis estructural sabemos que la opresión la ejerce quien tiene el poder, y quien tiene el poder, siendo un poco marxistas en ese sentido, es quien mantiene los medios de producción, decía Marx, que no solamente esto ha sido revelado por Marx, ¿no? Uno, estudiando por ahí, se da cuenta que muchos filósofos antes habían notado este poder de quien tiene los medios, el poder del que convoca: el poder del que tiene, de alguna manera, impone.
N—¿Cómo
es posible para estas víctimas la liberación?
MM—El
término liberación también hay que clarificarlo.
Liberación no significa estar en la libertad absoluta. La liberación, como lo explica Leonardo Boff en Teología del cautiverio y la liberación, se explica de manera sencilla: liberación es libre acción para la consecución de la libertad. Entonces cada vez que el hombre ejerce una libre acción, o lucha por ejercerla, está liberándose.
Entonces
uno se libera de algo.
Lo vamos a decir así: liberación de, para entrar a un terreno
nuevo, para un para qué. De un de, a un para que. Por ejemplo, si yo
me doy cuenta que un vicio me está oprimiendo y me está enfermando,
yo mismo me doy cuenta que no me quiero morir porque tengo muchas
cosas que escribir todavía, que decir, entonces ahí estoy
ejerciendo con mi persona un proceso de liberación, en el sentido
de: salir de, para entrar a algo nuevo. A lo mejor dejé el vicio que
tenía por el deporte ¿no? Entonces, en las cuestiones históricas
reales también se da esto.
Los pueblos, el que es oprimido ¿qué es lo que quiere? Quiere dejar de serlo. El que tiene dolor, quiere dejar de padecer dolor. Y esto, aunque los teólogos quieran o no lo quieran, el que padece dolor va a necesitar salir del dolor. Entonces las liberaciones se dan sin necesidad de ninguna teología.
El hombre mismo es el que busca salir de una situación que lo oprime, entonces depende.
Entonces,
qué maravilla que hayan algunos hombres preocupados, hablando de los
teólogos de la liberación, preocupados por acompañar a aquel que
sufre en estos periodos de transición, y no dejarlo ahí al garete,
como han pretendido y como lo hacen muchos teólogos o muchas
personas que se consideran religiosas.
Yo
recuerdo mucho las palabras de San Juan, siendo un poco bíblicos
aquí, trayendo estas palabras: nadie puede amar a Dios, a quien no
ve, si no ama a su hermano, a quien sí ve. Entonces en esta
perspectiva, con teología o sin teología, el que sufre buscará
dejar de sufrir.
N—Pero
entonces ¿para esta liberación bastaría la voluntad?
MM—Yo
pienso que, primeramente hay praxis liberadoras. Hay voluntad de liberarse. Pero es necesario también pasar por una reflexión de ellas, por un discernimiento inteligente, que señale, que desideologice las cruces, como decía Ignacio Ellacuría, por cierto asesinado por los escuadrones de la muerte en El Salvador,
tú recuerdas a este gran teólogo y filósofo.
Él
decía que una de las tareas, aquí ya no hablando tanto de teología,
aunque él era teólogo, sino de la ética liberadora, de la
filosofía liberadora, que mucho está en concordancia con la
teología, es tratar de llevar a la liberación estas praxis para que
realmente sepamos señalar cómo se ha dado la imposición de la
cruz o de las cruces, y para poder también mostrar, y para poder
también señalar con evidencias claras cómo el opresor oprime.
A
veces hay opresores que no se dan cuenta que oprimen, sencillamente
bailan al son que les toquen, donde les tocó estar, y punto. Te voy
a poner un ejemplo: Monseñor Arnulfo Romero fue elegido obispo, no
por liberador, no porque se compadeciera de las víctimas. Era
simplemente una persona muy letrada, en el sentido clásico de la
palabra letrado, lo eligen y él piensa que está haciendo las cosas
bien.
Aquí
te voy a recordar aquello de que: tanto peca el que mata la vaca como
el que le jala la pata. De pronto él se da cuenta que está en una
estructura corrupta, que tiene mucho de corrupción, y se da cuenta
por las praxis de un sacerdote jesuita, teólogo también, Rutilio el
Grande, a quien mata el régimen salvadoreño, el régimen de
Anastasio Somoza. Pero fue todo un proceso de Rutilio el grande y de
otros jesuitas y de otras congregaciones, un proceso de acompañar al
pueblo, del cual monseñor Romero va siendo conciente hasta que se
vuelve un verdadero profeta en el sentido no del que profetiza o dice
cosas del futuro, sino del que… en hebreo la palabra profeta tiene
más el sentido del que da la cara por el otro. Empieza a darse
cuenta que es necesario dar la cara por el otro. No habla de
teologías de la liberación, ni nada. Su actitud lo muestra como un
obispo de la liberación, y lo matan precisamente en una misa
mientras dice las palabras: En nombre de Dios exijo que cese la
represión.
Aquí
hay una cuestión también importante. También se ha criticado a la teología de la liberación, o a los verdaderos teólogos de la liberación, de propagar la violencia. Ningún teólogo de la liberación habla de violencia, ni de agarrar las armas y de cosas así. Eso es un planteamiento injustificado. Y es verdaderamente el colmo, y esto viene del centro, de la Iglesia central, ese tipo de críticas. Lo que hacen los teólogos de la liberación es acompañar a quien se está liberando. Pero un teólogo de la liberación no toma las armas ni impulsa a tomar las armas a nadie. Solamente acompaña. Acompaña incluso en procesos de rebelión, de revolución, sin ser ellos los rebeldes. Acompaña desde la manera de discernir qué de divino, qué de teológico hay en estas luchas, en estos procesos.
N--¿Y
cómo puede, un teólogo de la liberación, en estos procesos de
violencia, desvincularse de ésta, para cumplir únicamente una
función de acompañamiento?
MM—Pienso
que no se desvincula en el sentido de negar. Haz de cuenta: un
teólogo de la liberación, lo había dicho hace un momento. Los
pueblos se liberan. El que sufre necesita dejar de sufrir, y busca
los medios para hacerlo. A veces, desgraciadamente, en nuestro
continente americano, ha sido con derramamiento de sangre.
Afortunadamente,
lo que hacen los teólogos de la liberación es acompañar en el
sentido reflexivo.
Si quieres, un teólogo que sistematiza la cuestión. No
necesariamente acompañándolos mientras van a matar a alguien,
quizás él trata de defender a alguien, sino acompañándolos desde:
qué de liberador y de divino tiene este esfuerzo. En cuanto a que yo
no voy a decir, como teólogo de la liberación: está bien que hayan
agarrado las armas, o está mal. Eso le corresponde al pueblo. Lo que
yo voy a hacer es discernir esa lucha, que no necesariamente tiene
que ser armada. Cualquier proceso de protesta merece un
acompañamiento también divino, merece el pueblo que alguien le
acompañe: desde la ternura, desde la comprensión, desde el amor,
desde la búsqueda de amor, que no hay que olvidar este horizonte. Si
no, no sería teología.
Porque
en
el fondo, la teología de la liberación no busca un orden inverso al
ya establecido, que eso habla de dialéctica. Que el oprimido, como
dijera Paulo Freire, que el oprimido de pronto logre liberarse y se
ponga en el lugar del opresor. Esto es nefasto. La teología de la
liberación es también un horizonte del perdón, y no necesariamente
es un discurso meramente político, pero sí desenmascarador,
efectivamente.
A
la teología le compete desenmascarar, como Jesús lo hacía. ¿Por
qué mataron a Jesús? No sé si tú lo recuerdas. ¿Porque era muy
buena onda con el poder, o porque criticó al poder? ¿Tú qué
opinas?
La muerte de Jesús es una muerte política. El que no se le quiera ver, eso es cuestión de los que hacen ideología. ¿Y Jesús acompañó al pueblo? Claro que lo acompañó. ¿Les dijo que se levantaran en armas? No. Incluso, cuando uno de los apóstoles iba a levantar la espada le dijo: el que a hierro mata, a hierro muere. Y sin embargo, sorprende que muchos de ellos llevaran armas ¿no? ¿Cómo es que los acompañantes de Jesús algunos llevaban armas? Claro, el que padece una violencia primera, tiene que defenderse.
Y si están a punto de matarme, pues no voy a esperar al que me va a matar con una resortera. Sin embargo, Jesús no se compromete en el sentido de lanzar a sus apóstoles a que se agarren a espadazos. Sin embargo, tampoco dice nada de que algunos de ellos llevaran espada. Finalmente, esto ya desde la ética, toda vez que se han agotado todos los… y esto es aristotélico, toda vez que se han agotado todos los medios retóricos y demás, la violencia, desafortunadamente, se da, y hasta puede ser justificada desde la ética.
N—A
pesar de todo esto, de las luchas que se han dado por la liberación,
en cuanto a acompañamiento, visto el fenómeno desde la periferia,
¿qué sentido tiene esta lucha cuando se plantea como una oposición
al sistema, cuando el mismo Juan Pablo II, por ejemplo, mandó llamar
a Monseñor Romero para cuestionarle su postura que había tomado?
MM--Yo
quisiera leerte aquí un documento de la misma Iglesia Católica,
maravilloso, que actualmente ya no quieren oír, porque quisieran
pasarse por alto el Concilio Vaticano II. Es un documento muy
ilustrador, y que viene a colación de la pregunta que me haces. Se
llama Dives in misericordia. Una encíclica. Dice, hablando de la
reflexión solamente escolástica, de la reflexión ajena a los
procesos históricos:
Este
es el camino que hoy se le abre al hombre: la sabia combinación del
principio teológico absoluto con el principio antropocéntrico
relativo. Es el acta de defunción del iluminismo y a la vez el acta
de bautismo de la nueva era. En adelante, Dios y hombre caminarán
juntos: el hombre empeñándose en la conquista de su propia libertad
y dignidad personal de hijo de Dios, y en la praxis, por ayudar a su
hermano necesitado de liberación integral, como don gratuito, pero
al mismo tiempo como conquista que ha de alcanzar en el compromiso
social, político, cultural y religioso.
Dime
si no, el propio documento es teología de la liberación. Por eso es
que el actual papa quisiera ocultar y quisiera acabar con el Concilio
Vaticano II, y con este tipo de visión. Entonces, volviendo a tu
pregunta, ¿podrías repetir la pregunta? Es sobre el cómo…
N--¿Qué
sentido tiene esta lucha vista desde la periferia con respecto al
centro?
MM—Pues
yo creo que el sentido que tiene es: podemos hablar de muchos
sentidos.
Yo creo que en la Iglesia, muchos teólogos de la liberación, actualmente, con mucha humildad, han guardado silencio.
Si te das cuenta, los teólogos de la liberación casi no publican nada sobre este tema. El tema es más rumbo a la cuestión ecológica, no porque no haya mucho que pensar del tema, sino porque muchos de ellos han sido reprimidos, excomulgados. Hay todo un esfuerzo desde el Vaticano para acabar con todo pensamiento que tome en cuenta lo que la encíclica Dives in misericordia dice, que hay que estar de lado del que lucha por su dignidad.
Entonces,
uno de los sentidos es recordar que la tarea principal del cristiano
es luchar por la dignidad, luchar para que
no se pulverice la dignidad. También se dice lo siguiente: la mayor
parte de los cristianos está en los países tercermundistas. Europa
casi no tiene católicos en la actualidad, y es triste. Yo estuve
hace poquito ahí, en Francia. Las iglesias son preciosas y vacías
en lo absoluto. Un vaciamiento impresionante, y uno de los sentidos
que podríamos hallar es que la mayor parte de católicos y de
cristianos están, tal vez, en América Latina.
Y
en América Latina se padece hambre, enfermedad, opresión. El
sentido, tal vez, sea como decirle al centro, o la Iglesia
en el poder, que aquí tratamos de ir a Cristo verdaderamente, aunque
se nos niegue, aunque… Yo digo “se nos” como si fuera teólogo
de la liberación, pero me considero cristiano desde esta
perspectiva: yo admiro a Cristo, al Cristo que se hizo hombre, a
Cristo histórico, lo admiro muchísimo, porque realmente es de lo
que se trata. Entonces, pareciera que la Iglesia, en este sentido, la
Iglesia Católica tercermundista, inspirada por la teología de la
liberación, pareciera que en el fondo está luchando por la
conversión absoluta del catolicismo, porque ese círculo
hermenéutico entre la verdad revelada no se aleje de las verdades
históricas. Tal vez por ahí está la cuestión.
N--¿Podríamos
hablar entonces de que la Iglesia católica está encerrada en un
eurocentrismo?
MM—La
iglesia católica, sí, exactamente, hay una iglesia central. Sobre
todo ahorita, esto es un comentario absolutamente personal: ahorita
lo que yo veo como preocupante es cómo Ratzinger, o el papa actual,
ha llamado como servidores para ser cardenales a obispos que estaban,
si no excomulgados, cuando menos suspendidos, por sus ideas
totalmente preconciliares, tridentinas, por decirlo así,
escolásticas meramente. Y algunos de ellos, como bien sabes, han
caído hasta en el dogmatismo de negar cuestiones históricas, como
este cardenal que niega que el holocausto haya existido. Que le
pidieron ridículamente que pidiera perdón por eso, como si alguien
pudiera alejarse, pidiendo perdón, de sus verdaderas ideas.
Entonces,
mi preocupación, y la preocupación de muchos es que el fanatismo,
los que están dejando de ser católicos, el catolicismo es
universalidad y demás, es precisamente la Iglesia del centro, que
está preocupada tanto por el conservadurismo y pareciera que no
existe el hambre, ni la miseria en el mundo.
Es una óptica tan cerrada…
Creo
que en el fondo se trata, tal vez es exagerado lo que voy a decir,
pero se trata de acabar con el Concilio Vaticano II, incluso con los
documentos reales. Yo veo la tendencia de este papa, con las personas
que están llegando a ser cardenales, porque si te das cuenta los
lefebvrianos,
si son lefebvrianos, es porque no creen en el Concilio Vaticano II,
creen que la Iglesia debe desvincularse totalmente de toda cuestión
histórica, entonces esto es muy peligroso. Y efectivamente, la
Iglesia del centro creo que se está dando un jaque mate por sí
misma. Y yo creo que los teólogos de la liberación, porque son
inteligentísimos muchos de ellos, es algo que no se dice, son gente
extraordinariamente inteligente, con una producción intelectual,
libresca, si tu quieres, impresionante, gente que ha dado cátedra
aquí y allá; creo que han percibido eso, y creo que por eso guardan
este silencio maravilloso.
Que
finalmente los teólogos de la liberación, con una espiritualidad
genial, consideran el lado de la gracia, de la gracia divina, de la
gracia que libera. Es gente que reza, es gente que pide, es gente que
comienza dando gracias a Dios por la creación, que comienza
arrepintiéndose de toda la porquería que a veces es uno, y que
termina pidiendo sabiduría para poder esclarecer los signos de los
tiempos, como
ellos acostumbran a decir.
Justamente la Iglesia Católica está pasando ahorita por una crisis tremenda.
Si postmodernismo es crisis, una de las instituciones más en crisis es la Iglesia católica. Ese silencio maravilloso, el que ya no dice, pero ha dicho mucho, y está diciendo desde el silencio, también nos permite traducir una Iglesia en decadencia.
Bueno,
es horrible, pero vamos a repetirlo: una Iglesia en muchos segmentos pedófila da que preocupar. Significa que en el fondo la Iglesia, anquilosada, que ni siquiera ha
actualizado sus estudios en los seminarios, en los conventos, en todo
lo que constituye sus centros de formación. Porque si hubiera una
formación actualizada, una formación que también acompañe al
hombre, estos tipos que de pronto hacen perversiones, por hablar de
pedofilia, porque no es el único error, están vinculados con este
pensamiento que no trata de renovarse. Si los ministros de Dios
tuvieran una educación sexual, si se atrevieran a romper con los
tabúes, otro gallo les cantaría. Entonces parece ser que el
monstruo se devora a sí mismo, se está destruyendo a sí mismo.
N—Entonces
¿podría decirse que con su silencio los teólogos de la liberación
están esperando la transformación de la Iglesia Católica?
MM—Pero es un silencio que se explica, no es un silencio que se queda callado y ya no hace nada. Es un silencio que sigue acompañando igual, a la gente, que sigue dándoles consuelo, porque es lo que hace un teólogo.
Por ejemplo, tú lees Gracia y liberación del hombre, de Leonardo Boff, y lo que hace es ver a Dios ahí donde la Iglesia creía que no estaba. Ver a Dios en un prostíbulo. ¡Oh, Dios! Cómo hablar de que Dios pueda estar con una puta. Se oye feo, pero bueno, así le decimos, o una prostituta. Cómo Dios puede también estar entre los ladrones, no por justificar que se robe, porque nadie debe robar, pero a lo mejor los ladrones como Jean Valjean, que se roban un pan para darle de comer a sus hijos y no porque hayan querido robar. No hablando de los ladrones que sistemáticamente roban desde el poder: diputados, gobernantes, presidentes de la república, etcétera, sino de esos que ya no les quedó de otra que robarse un pan para darle de comer a su hijo que se estaba muriendo.
Lo que hacen los teólogos de la liberación también es: que nos demos cuenta que Dios estaba ahí, desde siempre, donde no se le quería ver. En los rostros que a veces nos dan miedo, pero miedo porque el miedo también ha sido introyectado por ideología. Entonces, también una labor de los teólogos, es una labor mucho de ternura, que Dios también está ahí, en las condiciones más infrahumanas que uno pueda imaginar.
N—Y
este acompañamiento, ¿cómo puede incidir, por ejemplo, en ese
miedo que se ha instaurado en la actualidad, hacia la situación
económica a la que se enfrenta el mundo, y en la cual se toma en
cuenta a los grandes sistemas financieros pero no a los excluidos, a
los pobres?
MM—Hay
incidencia también bastante práctica.
Tú
te has enterado que en muchos grupos eclesiásticos, todavía se
hace, afortunadamente, se lee la Biblia a la luz de la historia. Se
termina con la pregunta: si Jesús viviera en nuestros días, ¿qué
hubiera
hecho?
Haz
de cuenta, se lee la Biblia
y se lee un acontecimiento. La gente es la que responde, no se trata
de manipular a nadie. No, pues pondríamos más botes de basura en
tal parte, para que deje de haber olores malos, vamos haciéndolo. Lo
que se llamó comunidades eclesiales de base, fundamentalmente era
eso, protestar contra el sistema no nadamás con la palabra, sino con
hechos, con hechos de amor, con hechos reales. Entonces se hacían
cosas maravillosas, y se reforzaban también horizontes que ya están
en los pueblos.
Por
ejemplo en Oaxaca. No en Oaxaca la ciudad, sino en los pueblos
alrededor de Oaxaca, todavía siguen manifestando un horizonte
maravilloso de servicio que ellos le llaman “tequio”, que
significa compartir. Entonces en unos pueblos de Oaxaca, todavía,
cuando alguien muere todo mundo colabora para el entierro, no dejan
que los familiares gasten, si alguien no tiene caja todo el pueblo
les hace la caja. Esto es reforzado por los teólogos de la
liberación, desde el punto de vista práctico, y desde el punto de
vista reflexivo, señalando las cruces que se imponen desde el poder.
Es como un ir acompañando también desde la acción.
Por
eso es que ves que de pronto tal padrecito, todavía en la
actualidad, está en jaque, casi lo matan, tiene que refugiarse por
allá o demás. Es más por esa práctica,
que a veces desestabiliza ciertos órdenes del poder.
N--¿Entonces
sí tiene un impacto concreto esta labor de los pensadores de la
liberación en la realidad de los excluidos?
MM--Yo
pienso que tiene un gran impacto. El silencio maravilloso de los
teólogos nos permite también ver: silencio que se explica, el por
qué se guarda silencio, no el silencio de las charcas.
También
se debe a que en la actualidad el mundo por sí mismo ha dado qué
pensar en la práctica ética. Si te das cuenta, hablamos de la
desestabilización de la economía mundial y nos damos cuenta que
poquito a poquito la palabra responsabilidad se pone de moda, pero no
como una moda que está ahí por moda, sino como algo que tiene que
estar. Nos damos cuenta lo importante que es la responsabilidad, es
decir, la preocupación
verdadera por el otro.
Y
ahora en conferencias, en los bancos, en las empresas, se habla de
responsabilidad. Ya no son sólo los teólogos de la liberación que
necesitan decirlo, ni esforzarse, ni derramar sangre para eso. Es el
mundo mismo, que se está dando cuenta que estamos en un perfecto
desequilibrio. Entonces, por supuesto que hay concreción. Si
hablamos de eso, si el teólogo como sacerdote habla de eso en la
misa, el teólogo ya está fomentando una nueva conciencia, ¿no? En
el fondo, de lo que se trata es de renacer con una nueva conciencia,
con
una conciencia ética, es decir, una conciencia que lucha por la
dignidad, y el mundo mismo da que hablar de esos temas.
Comentarios