Otredad


(2006, octubre 27)


Islas sólo de sangre
Oliverio Girondo


¿Seremos distantes incluso de nosotros mismos? ¿Por qué no? ¿No será exactamente esa incertidumbre de no saber a ciencia cierta dónde estamos, quiénes somos, la que nos hace intuir -a algunos más, a otros menos- el vacío de existir, esa fragmentación casi absurda de la conciencia? ¿Qué pasaría si llegáramos a conocer al otro, al yo que existe más allá de aquella cosa que llamo “yo”, que se estremece y sufre también con sincronía dislocada a la mía pero paralela? ¿Y por qué no buscarlo en cada ciudad a la que viajamos, entre la multitudinaria soledad de las calles y de los escaparates, entre el murmullo aplastante de los subterráneos y los pasos viales?

En Lejana, cuento de Julio Cortázar, Alina Reyes se sabe entrecortada. Y se odia, no a ella sino a ella. A aquélla. Porque sufre y no puede hacer sino saber que sufre. Cuando sueña, el frío se le cuela por los zapatos agujerados de su otra y es una desesperación pensar que está allá harapienta y sola. Le gustaría terminar de una vez por todas con su miseria que se le transmite un poquito como una brisa lejana. Sólo en el abrazo, fusión total de ambos fragmentos, Alina Reyes encuentra la victoria, dejando a la lejana empapada en llanto y en agotamiento y contemplando nuevamente su ausencia.

En El otro, Jorge Luis Borges narra un encuentro, sostenido en una banca cualquiera junto al río de una ciudad que podría haber sido Ginebra o Cambridge, en 1969 o en 1918. Se encontró con Jorge Luis Borges el joven. Cada cual convencido que el otro era su sueño y con una angustia tremenda por la posibilidad de ser él el sueño del otro.

Ambos cuentos se refieren a la coincidencia de una persona con su otro, que existe en una ciudad distante en circunstancias distintas. En ambos se establece un contacto a través de los sueños. Pero en el de Borges conviven dos temporalidades y dos espacios distintos que se confunden frente a un río (la referencia a Heráclito es significativa, pues recuerda la idea de que nada permanece inmutable, “nadie baja dos veces a las aguas del mismo río”, y a pesar de ser Borges es otro). También en el cuento de Cortázar el río sirve como escenario para el abrazo de lejanías, ya que ambas mujeres se encuentran sobre el puente de un río que se deshiela.

Al separarse nuevamente, cada quien intenta olvidarse de su otro. Tan impactante ha sido el contacto, que en el caso de Lejana sí fue físico, a diferencia de Borges, que sólo intercambia opiniones con Borges, el otro.

Tal vez sea demasiado descubrir verdaderamente nuestro yo fragmentado.

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