Cuando voy al mercado a comprar la comida de la semana me gusta mirar todas las frutas, pasearme por todos los puestos, comprarme de vez en cuando un casete de esos piratas cuando me llama la atención por la portada, y a veces la sorpresa musical corresponde con la visual, aunque otras es decepcionante. La mayoría de los cantantes de ahora son decepcionantes. Me quedo con José Alfredo Jiménez, que ese señor sí sabía hacer canciones, y cantarlas. Puras canciones para oírlas bien borracho, o cantarlas, más borracho todavía. También en el mercado me gusta admirar el desfile de faldas y vestidos que vericuetean entre los puestos, algunos con una mujer bien puesta debajo de ellos, dejando lucir su figura curvilínea, con ganas de darles un arrimón, aunque hay muchas otras que no se lo merecen ni tantito. Luego también lo desalienta a uno ver la clase de cosas que se compran: aretes feos, medias de esas horribles de colores extraños, hasta pelucas que dan ganas a uno de morirse de risa. Lo rico es en el mercado pararse en el puesto de garnachas y pedir unas bien grasosas, comérselas parado echándoles un montón de chile para que pique a gusto, y luego beber unos tragos de cocacola para hacer la digestión. Ah, qué buenas las salidas al mercado, lástima que sean una vez a la semana, que ni oportunidad de más hay. 

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