No señor, no leo la Biblia, sólo revistas y periódicos de los que vendo, ninguno de ellos habla de Dios y esas cosas porque no me agradan esos temas. No, no me interesa que entren a mi casa para platicar un rato con ustedes. Me importa un bledo que vengan vestidos como si fueran a una gala de ópera. Entienda, aquí vivo solo yo y no quiero saber lo que dice Juan capítulo trece versículo treinta y cuatro ni ningún otro versículo de ese libro. Sí, tengo mucho tiempo libre, pero no pienso pasármela discutiendo con ustedes, mejor váyanse y busque a otro mono que le interese su mensaje. Si vinieran a hablarme de rock o de mujeres desnudas seguramente me interesaría un poco, pero ustedes no tienen ni tantito la pinta de saber de esas cosas. No entiendo cómo tienen tanta paciencia para venir a joder a alguien como yo con sus boberías. Suelo ser amable, o por lo menos aparentarlo, pero con ustedes eso no funciona porque son necios como rocas. Me están impacientando, y creánme, no les gustará llegar a ese punto en que exploto. 

No, tampoco quiero que vengan otro día, no voy a pensarlo bien porque simplemente ustedes me rompen las bolas. Gracias, pero era un lindo día hasta que ustedes se presentaron a la puerta de mi casa con sus palabrerías dulzonas. Si me disculpan, tengo una botella de Presidente que me llama y no pienso dejarla esperando. Vayan y chinguen a su madre, o al vecino, o a cualquier otra persona, por favor. 

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