La voz de tu silencio


(2006, febrero)



Yace el unicornio de alas rotas

en tu pradera, y son las gotas

desangradas de su amor

un mar de sangre.



Cubre sus límpidos ojos pardos

una nube. Sentir esos dardos,

errantes, de dolor,

por esta carne,



lacera, duele, quema, tortura.

Contrasta con la eterna blancura

inmaculada, ardiente,

de su talle.



Su alma quebrada, de amarga pena,

pálida contempla la serena

hermosura irreverente

de tu valle.



Sabe que no podrá galopar,

ni volver por donde vino: el mar.

Sólo le queda el camino

hacia la tumba.



Lo dice el viento, que baja ahora,

mientras que la herida empeora.

Viento que, de oscuro sino,

ya lo derrumba.



Unicornio en la pradera, escucha:

cierra ambos ojos, y con mucha

serenidad emprende

tu último vuelo;



agradece esta melancolía,

disfruta el césped cuando el día,

mientras la luna se enciende,

deja el cielo.


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